En las últimas PASO la Libertad Avanza se ha convertido en la fuerza con mayor crecimiento, con una inusitada y sorpresiva fuerza en el interior del país. La lista encabezada por Milei ha logrado imponerse con el 30% de los votos, planteando un escenario electoral de tercios de cara a octubre.
El panorama se completa con los dos grandes derrotados, las dos principales alianzas: Juntos por el Cambio y Unión por la Patria. Mientras que el voto en blanco se ha convertido en la cuarta fuerza de las PASO con el 4,47% de los votos emitidos.
La derrota también es de las consultoras, que no logramos advertir la magnitud del voto por La Libertad Avanza. Salvo algunos consultores que en tono especulativo advertían sin precisión el triunfo libertario -y que el día después explotaría todo-, la gran mayoría miraba a Juntos como el gran ganador de las elecciones primarias. En un panorama de alto índice no respuestas en las encuestas (82%) y un elevado número de indecisos (12%), los sesgos y errores superaron toda expectativa.
Tal como advertimos en trabajos de investigación previos, las PASO no gozan de una amplia legitimidad en la sociedad. En términos históricos, desde su implementación en 2011, la participación fue la segunda más baja después de las primarias de 2021 (67.78%). A ello se viene sumando la crítica al costo del operativo electoral, que reza que las PASO son costosas para un Estado que afronta el desafío de reducir su déficit fiscal.
La derrota de Unión por la Patria requiere varias lecturas. Comenzando por la derrota en el mal llamado interior del país, que el oficialismo debe tomar como una gran señal, teniendo en cuenta que perdió duramente en las provincias que desdoblaron sus elecciones. Una lectura es que se concreta una aprobación de los gobiernos provinciales y la desaprobación de la gestión nacional, algo que se observaba en las distintas encuestas provinciales. No es inocente en este sentido la jugada de los mandatarios provinciales.
Otra lectura puede ir en dirección del alcance y efectividad federal de las políticas desplegadas desde el Estado Nacional.
También es preciso prestar atención a las manifestaciones de malestar social respecto del mundo de la política. Esto ya se advertía en el clima social y con mayor precisión en encuestas, entrevistas y grupos focales, donde era clara la alta disconformidad respecto de las prácticas de las dirigencias y el cuestionamiento de los discursos de las dos fuerzas, hasta ahora mayoritarias.
En este panorama Unión por la Patria y Juntos por el Cambio perdieron más de 12 millones de votos entre las PASO de 2021 y las actuales (Ver Cuadros). La fuerza más perjudicada es Unión por la Patria, que perdió 5,7 millones de votos de las Primarias Abiertas de 2019. Mucho más atrás, Juntos por el Cambio perdió entre primarias 1,4 millones.
Por estas horas debemos preguntarnos de qué pecera pescará cada uno. Aunque intuitivamente las fuerzas tradicionales se lanzarán a la búsqueda de los ausentes de los comicios del 13 de agosto, abundan los interrogantes sobre las estrategias.
No es voto bronca
Es claro el descontento con la política en general, pero el voto a Javier Milei no es voto bronca, es el voto a una nueva alternativa política. Es una tendencia que viene emergiendo en el mundo entero y de la que nuestro país no es ajeno.
MIlei encontró anclaje en un segmento del electorado fuertemente reactivo frente a los discursos del progresismo y la centroizquierda. Estas impresiones existían en el imaginario mediático y social, previamente a la irrupción pública y electoral de Javier Milei. Pero sobre todo un fuerte malestar a lo que perciben como privilegios del sector dirigencial. En ese espectro se encuentra firme la idea de que la dirigencia política tradicional es sinónimo de corrupción y enriquecimiento ilícito.
Mientras los slogans hablan de un “Estado presente” o de “el Estado en tu barrio”, esta ideología habla de barrer con el Estado. En los grupos focales un entrevistado de 38 años con trabajo formal y serias dificultades para llegar a fin de mes, expresaba del siguiente modo: “El Estado no me funciona, no funciona para lo que me hace falta a mí familia”(sic).
En este contexto histórico y clima cultural, no es casual el crecimiento electoral de un esquema ideológico que pregona que el Estado es enemigo de las libertades individuales.
El ideario de su espacio, ultraconservador en lo cultural, libertario en lo político y ultraliberal en lo económico, no es nada nuevo, aunque pareciera otra oportunidad histórica para su resurgimiento Las formas notorias del liderazgo de Milei, agresivas y hasta bizarras por momentos, fueron el vehículo de un esquema de ideas que tiene al menos un siglo y medio. Las propuestas de gobierno, discutibles desde el más elemental análisis instrumental, pero expresadas en un tono simple e impetuoso, colisionan con los tecnicismos y las lagunas de los candidatos de la dirigencia tradicional.
*Por Nancy Monzón y Leopoldo Santucho
Directores de la Consultora Inteligencia Colectiva